lunes, 9 de mayo de 2011

LA ECONOMÍA DE CARICIAS por CLAUDE M. STEINER

LA ECONOMÍA DE CARÍCIAS

Claude M. Steiner
Traducción: Lluís Casado




En “Juegos en que participamos” (1), Eric Berne dice: “La única cosa que hace posible la liberación es que el individuo alcance el estado de autonomía: capaz de consciencia, de espontaneidad y de intimidad”. En lenbuaje corriente, Berne decía: “Los niños nacen príncipes y princesas y sus padres los transforman en ranas”.

Las tesis de este artículo son las siguientes:

1. El método empleado por los padres para hacer de sus hijos unas ranas obtiene su poder del control de las caricias. La abundancia ilimitada de caricias se transforma en escasez. Los padres pueden entonces aumentar el precio.

2. La sumisión a estos aprendizajes de base engendra una población hambrienta de caricias que consagra la mayor parte de su tiempo a su búsqueda. Por ello pueden ser fácilmente manipulados por aquellos que controlan y monopolizan las caricias.

A propósito del hambre de estímulos Berne dice en “Juegos en que participamos”(1): “Puede postularse la existencia de una cadena biológica, que lleva desde la privación emocional y sensorial, mediante la apatía, a cambios degenerativos y la muerte. En este sentido, el hambre de estímulo presenta con la supervivencia del organismo humano, la misma relación que el hambre de alimento”. En la teoría reciente de A.T. no se ha destacado suficientemente la idea de que las caricias son tan indispensables para la vida como el alimento. Por tanto insisto en este hecho: las caricias son tan necesarias para la vida humana como las otras necesidades biológicas básicas: comida, bebida, abrigo; la no satisfacción de estas necesidades entraña la muerte.

Como Berne destaca en el capítulo sobre las caricias en “Análisis Transaccional en psicoterapia”(2), el control de caricias de los estímulos es bastante más eficaz para manipular el comportamiento humano que las brutalidades o los castigos. En nuestros días, muy pocas familias se sirven aún de la fuerza física para controlar a su prole. La mayoría imponen sus mandatos manipulando las caricias, sin utilizar los castigos corporales.

Algunos autores ya habían relacionado el control de los procesos vitales humanos con perspectivas económicas y políticas más ámplias. Revisaremos dos de ellos: Wilheim Reich y Herbert Marcuse. Reich, como Berne, pensaba que el hombre en su realidad más profunda, es “sociabilidad y sexualidad naturales, placer en el trabajo y capacidad de amor espontáneo”(4).

Según él, la represión de esta base benefactora, la más profunda del hombre, hacía brotar el “inconsciente freudiano” donde reinan el sadismo, avidez, lascivia, deseo y perversiones de todo tipo. Wilheim Reich inventó el término “economía sexual”, visto su interés por el análisis económico de la neurosis; según él, la energía sexual es manipulada en función de objetivos políticos. El orgasmo, en tanto que descarga de esta energía, libera el sistema humano cuya sexualidad había sido oprimida.

El nexo entre la represión sexual y el orden social autoritario es simple e inmediato: el niño privado de su sexualidad natural es mutilado para siempre en el desarrollo de su carácter. Inevitablemente, se somete, empieza a temer a la autoridad, cualquiera que ésta sea, es completamente incapaz de rebelarse.(6) En otros términos desarrolla precisamente la estructura de carácter que le impide buscar liberarse. La primera represión prepara el advenimiento de todas las tiranías posteriores.

Reich concluía que el objeto de la opresión no era la edificación moral (como proclaman las religiones tradicionales) ni el desarrollo de la cultura (como proclamaba Freud) sino la simple creación de una estructura de carácter que permite el mantenimiento de una sociedad represiva.

Reich consagró una gran parte de sus escritos a criticar la familia patriarcal a la que consideraba como una “fabrica de ideologías autoritarias y de estructuras conservadoras”(5).

Según él, la familia es el medio por excelencia para perpetuar una forma de gobierno autoritario y de explotación económica de los hombres. La familia es una parte integrante de tal sociedad cuya función es la de sostener la explotación oprimiendo la sexualidad del joven. Herbert Marcuse es otro autor que enlaza la economía y el sufrimiento de la humanidad. Según él, los hombres están alienados a causa de ellos mismos, de sus semejantes y de la naturaleza. Esta alienación resulta de una represión que va más allá de la que Freud consideraba necesaria para la civilización. Es el exceso de represión el que fuerza a la humanidad a someterse al “principio de rendimiento”.

Este “principio del rendimiento” es un estilo de vida, impuesto por el exterior, que causa la desexualización del erotismo a determinadas zonas: boca, ano, órganos genitales. No se trata de un proceso sano y conforme a secuencias biológicas lógicas, como afirma la teoría freudiana, por el contrario, disminuye la capacidad de goce. La concentración del placer en algunas zonas restringidas engendra un hombre deshumanizado y unidimensional, que no es más que la sombra de sí mismo. La restricción del placer a los órganos genitales no tiene más que una intención, según Marcuse: el resto del cuerpo queda disponible en tanto que instrumento de trabajo, explotado al servicio de un orden establecido opresor. “El proceso normal hacia la genitalidad ha sido organizado de tal forma que las pulsiones parciales y las zonas correspondientes son practicamente desexualizadas, en función de una organización social particular de la existencia humana”(3).

Es así como Reich y Marcuse establecen la relación entre un órden social represivo y la manipulación social y psicológica de los seres humanos por parte de quienes les rodean, incluida su familia. La teoría de la economía de caricias va en el mismo sentido, y propone que el intercambio libre de las caricias que es a la vez una capacidad, una inclinación y un derecho del hombre, ha sido controlado artificialmente, con el objetivo de educar a los seres humanos para que se sometan a los intereses de un orden social mas general. Esta manipulación de la economía de caricias en la cual viven, sin saberlo, la gran mayoría de los seres humanos, no ha sido considerada nunca como al servicio del orden establecido. Los hombres no han tenido la ocasión de evaluar en qué medida este control representa para ellos mismos una ventaja o no.

Para ilustrar mi punto de vista, imaginemos que todo ser humano recibe en su nacimiento una máscara que controla la cantidad de oxígeno que recibe. Al principio, se deja la máscara bien abierta: el niño puede respirar libremente. Pero llega el momento en el que los adultos que le rodean quieren conducirlo a comportarse de una cierta manera. Cierran entonces paulatinamente la máscara, y no la abren más que cuando el niño tiene el comportamiento deseado. Si imaginamos que se prohibe al niño regular por él mismo su caudal de oxígeno, entonces el control estará en otras personas rigurosamente especificadas para ello. Tal situación podría conducir al ser humano a someterse totalmente a sus anhelos y deseos. Si las sanciones son suficientemente severas, se someteran en cualquier circunstancia a las prescripciones que se les han dado a fin de obtener aire, e incluso, aunque les fuera fácil sacarse la máscara, no lo hacen.

En ocasiones, algunas personas se cansan de la máscara y la levantan, pero son consideradas con desórdenes caracteriales, criminales, locos o temerarios. En cuanto al resto, para asegurarse un flujo contínuo de aire, están dispuestos a cumplir con un considerable trabajo y a esforzarse grandemente. A quienes no cumplen estos requisitos se les corta el oxígeno, no se les permite respirar libremente y se les priva del aire necesario para una vida deseable.

La gente que abiertamente incita a sacarse las máscaras, es acusada de minar la base de la sociedad que las ha construido, ya que les resulta muy evidente que si las personas se libran de las máscaras, no trabajarán más y no se conformarán con la mayoría de las exigencias que se les imponen. Estas personas, por el contrario, iniciarán una búsqueda de formas de vida y de las relaciones donde pueden satisfacerse por sí mismos, y se retirarán de la mayoría de las actividades valoradas por la sociedad de las máscaras. Los “antimáscaras” son pues considerados una amenaza para la sociedad y, probablemente, serán atacados mediante los sistemas más innobles. En esta sociedad donde el aire escasea, sus sucedaneos se venden a un precio alto. Los que han descubierto como esquivar las leyes anti-respiratorias pueden reclamar unos honorarios elevados

Una situación así puede parecer absurda, pero creo, sin embargo, que es una fiel alegoría de lo que pasa con las caricias. En lugar de máscaras que regulan la entrada de aire, tenemos reglas muy estrictas sobre la forma en que la caricias pueden intercambiarse. Se controla a los niños por la cantidad de caricias que reciben. Los adultos, para conseguirlas, trabajan y se adaptan a las exigencias de la sociedad. La inmensa mayoría de personas tienen sed de ellas. Un gran número de empresas, como los salones de masajes, Esalen, l American Tobacco Company, General Motors, se ocupan de venderlas, o de insinuar que su producto aportará al consumidor: “Ginger-ale tiene el sabor del amor” (“Ginger-ale tastes like love”).

Los que resisten a las reglas de la economía de caricias son rechazados como desviados. Si se unen en suficiente número se les considera una amenaza para la seguridad nacional. La mayoría de los hombres viven con falta de caricias. Sobreviven a pesar de un regimen de caricias defectuoso. La carencia puede ser ligera o servera. Un caso extremo, es el de un alcohólico que vivía en un hotel de barrios bajos. Según su propia explicación, recibía, entre los martes y el domingo, dos caricias diarias del empleado del hotel, y unas 30 el lunes, cuando acudía a la clínica para alcohólicos. Allí intercambiaba carícias con la recepcionista y la enfermera encargada de distribuir los medicamentos. Una vez al mes, el médico que revisaba su tratamiento le daba una docena más. Su vitalidad se consumía; me recordaba a las personas que viven con una insuficiente ración de arroz. Finalmente, su estado de apatía, debido a la falta de caricias, le impidió ir a la clínica. Poco después, se le encontró muerto en su habitación.

Las experiencias de una persona que vive en una privación tal de alimentación y de caricias son completamente diferentes de las de una persona convenientemente nutrida. Este hombre no era más que un autómata; estaba desprovisto de toda autonomía y autodeterminación. La mayoría de la gente, sin embargo, viven en una forma de inanición menos severa, que les lleva a diversos grados de depresión y agitación. En lugar de la apatía que acompaña a la carencia grave, la gente en estas circunstancias presenta una forma de agitación o de “conducta de búsqueda”, que se encuentra también en las personas o animales subalimentados.

Debido a que la gente está obligada a vivir en un estado de escasez de caricias, su búsqueda les ocupa todo el tiempo de vigilia. Esta es la causa del hambre de estructura, necesidad de estructurar óptimamente el tiempo en las situaciones sociales para procurarse el número máximo de caricias. Al igual que si hablamos de dinero, algunas personas pueden obtener un gran número con poco esfuerzo; han establecido un monopolio de caricias que les permite acumular las de los otros. En la economía de caricias, como sucede en otros ámbitos, el rico se hace más rico y el pobre más pobre, mientras que la mayoría de la gente debe esforzarse día tras día para conseguir sus objetivos.

La noción de monopolio de caricias se me hizo evidente en conexión con los maratones terapéuticos. Un maratón, tal y com yo los conduzco, es en esencia una subcultura temporal con una anómala estructura de caricias en la que se intenta desactivar los mandatos que tienen las personas acerca de las caricias: “No des caricias”, “no pidas caricias”, “no aceptes caricias”, “no rechaces caricias”. El maratón se organiza alrededor del permiso de pedir y dar, tanto como de rechazar y aceptar caricias, con lo que la economía de caricias puede decirse que es gratis y las caricias están disponibles en un número ilimitado. Tal cambio en la economía de caricias afecta profundamente a las transacciones entre las personas. El conductor del grupo puede permanecer al margen de la economía, no participando en el intercambio de caricias, o puede participar en ella. Si hace esto último, constatará rápidamente que ejerce un control exagerado y sutil sobre el flujo de caricias; recibirá caricias sin pedirlas y podrá darlas sin ser rechazado. Un terapeuta que entra en la economía de caricias sin ser consciente del monopolio que ostenta y del control que ejerce sobre el flujo de caricias, puede ser un factor desorganizador que anule sus esfuerzos terapéuticos.

Los terapeutas, especialmente los de grupo, están en peligro de convertirse en monopolizadores de carícias. Wyckoff, en este sentido, destaca como los hombres monopolizan las caricias de las mujeres. A menudo, los padres están interesados en monopolizar las de sus hijos. En cada caso, quien monopoliza las caricias, se beneficia de ello y al mismo tiempo perpetúa las reglas de control de la economía de caricias.

El intercambio libre de caricias entre niño y niño es severamente controlado por el estado del yo Padre en base a las grabaciones parentales. Estas grabaciones pueden evidenciarse facilmente mediante la sencilla técnica llamada “jactarse” (bragging). Si se le pide a una persona que se coloque en el centro de la habitación y se jacte, es decir, invente unas cuantas declaraciones de autoalabanza, ésto produce una reacción inmediata en su interior. Puede sentir que puede ser inmodesto o impropio decir cosas positivas sobre sí mismo o que puede ser un insulto para las otras personas de la habitación.

Las personas que aceptan la validez del “bragging” pueden ver que no tienen nada positivo que decir sobre sí mismas; son incapaces de usar palabras que impliquen bondad o valor para sí mismos. Si en este moment, se pide a otros miembros del grupo que den caricias sinceras, sucede a menudo que quien las recibe las rechaza sistemáticamente, debido a los descuentos provinientes del Padre.

Si alguien dice: “tienes una bonita piel”, el Padre dice, internamente, “no te ha visto de cerca”. Si alguien dice: “tienes una sonrisa encantadora”, el Padre dice: “pero no te ha visto llorar”. Si alguien dice: “tienes unos bonitos senos”, el Padre dice: “esto es lo que piensa de ti, no eres más que un objeto sexual”. Si una persona dice: “eres muy inteligente”, entonces el Padre dice: “sí pero tu eres desagradable”. Otros medios de no aceptar caricias pueden ser dar un signo de aceptación a la caricia seguido de un encogimiento de hombros, como para hacer caer la caricia al suelo en lugar de dejarla penetrar; o una inmediata respuesta de reciprocidad con una contracaricia que dice básicamente: “No merezco la caricia, por tanto debo darle otra a cambio”.

Estas reacciones parentales ante las caricias son las que suceden en la situación de dar caricias, que es lo más simple. En el caso de pedir caricias es más complicado. Todo tipo de tabús impiden el libre intercambio: el tabú homosexual evita las caricias entre hombre y hombre y entre mujer y mujer; el tabú heterosexual evita las caricias entre hombre y mujer excepto si están en una relación autorizada, es decir, si son novios o están casados; o los tabús acerca del contacto físico entre adultos y niños excepto si forman una familia e incluso entonces sólo en determinadas circunstancias.

En resumen, el intercambio libre de caricias es una actividad controlada, una situación en la que el medio para las satisfacción de las necesidades de las personas no está a su propio alcance. Lo que resulta de ello, es que lo más humano de las capacidades, la capacidad de amar, le es hurtado a las personas, y se les vuelve en contra, pues se usa para obtener de ellas las conductas deseadas.

Puede deducirse de ello que si una persona o un grupo de personas están libres de las estructuras de la economía de caricias, tendrán el control de los medios para la satisfacción de la necesidad más importante. Por ello estas personas tenderán a distanciarse de la sociedad general. Esta es la causa de que los legisladores y los gobiernos sientan tanto más pánico ante la cultura de la juventud, la droga y el sexo. La noción de que los seres humanos dejaran de trabajar o de ser responsables si se liberan de la economía de caricias puede ser exacta si el trabajo y las responsabilidades son definidas por nosotros. Sin embargo, otra cosa es asumir que los seres humanos con un intercambio liber de caricias se conviertirán en inertes, como vegetales, como la teoría freudiana y la visión judeo-cristiana predicen. La noción de que los seres humanos satisfechos dejaran de trabajar y de ser responsables ha sido el criterio básico en la educación de los niños. Sin embargo, la realidad podría ser muy diferente. Mi opinión es que los seres humanos satisfechos en sus necesidades de caricias, serán más capaces de conseguir una armonía con ellos mismos, los otros y la naturaleza.

En mi trabajo de grupo, las anteriores ideas sobre la economía de caricias me han llevado a poner mi atención y énfasis en el intercambio de caricias. Así, un conflicto conyugal puede considerarse como parte de un guión, un juego, o un pasatiempo, pero he visto que la llave de la terapia consiste en liberar y equilibrar el intercambio de caricias.

Una pareja que había jugado durante diez años a “Dame una patada” “Te cogí h. de p.” cesó de jugar cuando, tras el análisis del intercambio de caricias se reveló que el marido no estaba interesado en un arreglo equitativo; no deseaba ni dar más, ni pedir menos. Esta pareja conocía los juegos que jugaba pero solo era capaz de conseguir cortos períodos de control social. Cuando se dio cuenta de esta nueva explicación la mujer presionó para separarse.

Otra pareja descubrió que su amor mutuo estaba siendo perjudicado por una serie de factores; la mujer quería ciertas caricias de protección, pero no tenía permiso para pedirlas, y estaba resentida con su marido porque él no se las daba sin que él las pidiera. El marido, de otra parte, no comprendía el tipo de caricias que ella necesitaba y no tenía permiso para dárselas. Se acusaban frecuentemente, “tu no me quieres realmente” (ella) y él, defensivamente, “eres demasiado exigente”. Finalizando ambos desesperanzados. La terapia se centró en el análisis de las transacciones de sus disputas y finalmente culminó en dar permisos mediante el role-playing: para la mujer para pedir directamente las caricias de protección y para el marido para dárselas.

Una de las funciones de los juegos es la extorsión para conseguir un reconocimiento o caricias cuando no se dan libremente. Una madre soltera cortó una infernal relación con sus hijos basada en “Dame una patada” y “Te cogí h. de p.” estableciendo un sistemático programa de distribución de caricias que satisfacía a todos sus hijos teniendo aún tiempo para ella misma.

La liberación de la economía de caricias es tanto más efectiva cuantas más personas estén involucradas. La terapia de grupo provee un buen contexto en el que se puede practicar el libre intercambio de caricias. Per las personas que se han liberado de los mandatos sobre las caricias, necesitan contextos sociales en los que la economía de caricias sea libre, o estarán bajo presión para conformarse a las reglas de la economía de caricias.

En mi experiencia, las personas que, en grupo, son libres en cuanto a las caricias, tienden a formar subgrupos sociales (pareja, familia, comunas, etc.) que son insensibles a las demandas de la economía de caricias de la sociedad global. En estos grupos, el conocimiento de la teoría de caricias y del “Fuzzy Tale”(7) es útil para comprender y resolver los problemas que supone el mantenimiento de una libre economía de caricias.

Referencias

1. Berne,E.; Games People Play (1964) = Juegos en que participamos
2. Berne,E.; Transactional Analysis in Psychotherapy (1961) = Análisis transaccional en Psicoterapia
3. Marcuse,H; Eros and Civilization (1962) = Eros y civilización
4. Reich,W.; The Function of the Orgasm (1961) = La Función del Orgasmo
5. Reich,W.; The Sexual Revolution (1962) = La Revolución Sexual
6. Robinson,P.A.; The Freudian Left (1962)
7. Steiner, C.M.; A Fairy Tale
3. Para recobrar la consciencia, espontaneidad e intimidad es necesario rechazar las enseñanzas o los “aprendizajes de base” inculcados a los padres en relación a los intercambios de caricias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario